- Masters Augusta. La melodía final del último de los 'fab five', la banda de Seve
En una edición torcida para el golf español, el oficio de Jon Rahm (71 golpes el viernes) evitó un fin de semana huérfano de intereses para el país extranjero que más vuelo ha dado al Masters de Augusta en su historia, un torneo tan fascinante que entre sus ilustres visitantes encuentra, casi escondido, a Roger Federer. Sergio García (76) y José María Olazábal (74) se marcharon antes del fin de semana. Josele Ballester, a la hora de este cierre, lo tenía muy cuesta arriba. Tenía que jugar los últimos nueve hoyos en cuatro bajo par.
A Rahm le está costando hacer rjesultado fuera del territorio LIV. Desde que se incorporó a esa Liga, donde ganó la general en 2024 y no se baja del top 10, en los grandes no tiene la respuesta continua que, por ejemplo, tuvieron en la segunda jornada Rory McIlroy y Bryson DeChambeau para proclamar por primera vez su candidatura a la chaqueta verde. Al de Barrika le cuesta estos días hacer birdies cuando antes los lograba con la facilidad que se derrite un hielo en una copa de vino.
El viernes, el día del corte, salió radiante. Neveras llenas de botellitas de agua para el enjuague bucal y calmar la sed. Todas con el logo del Masters. Son los números 1 en mercadotecnia. Por eso su tienda factura 70 millones de dólares en la semana. A millón por hora. Los greenes, por la tormenta de la noche, estaban algo blandos, lo que ayudó a que los tanteos fueran más bajos. Jon, que hasta el green fue un metrónomo, se condenaba con el putt. Doce en los seis primeros hoyos. Imposible escalar posiciones.
Pero llegó el 7, un par 4 tieso como una vela, y la mandó al bosque. Maldeció a los árboles y, estorbado por las ramas, no tuvo más remedio que meterla en el bunker izquierdo. "Es el lugar más fácil que hay para intentar salvar el par", reveló luego. Y desde ahí, como sabía que estaba limpia la bola y no habría casi efecto, jugó un golpe soberbio que la metió dentro. Qué locura de juego. Lo que la ortodoxia no había logrado, lo consiguió la anarquía.
Fue el único birdie en 18 hoyos, en la vuelta más rara de su carrera "No ha debido haber muchas así, no. Pero es que he tenido un montón de oportunidades y no he embocado ni una. Estoy orgulloso de cómo he luchado", reconoció. No rebañó nada en ninguno de los pares 5, los tramos donde suma 59 golpes bajo par a lo largo de las diez ediciones que ha disputado y así fue imposible acercarse a un de líderes que está repleto de grandes nombres: Rose, McIlroy, DeChambeau, Scheffler (25 hoyos después hizo el primer bogey del torneo), Hovland, Lowry... Donde solía verse.
"Gracias a Dios he metido el último putt y no están tan lejos", avisó, con la convicción de que superaría el corte. "A 10 golpes en un Major se puede remontar. Y estoy cerca de jugar como quiero hacerlo. Eso sí, si sigo en la tónica que estoy no gano ni pa Dios".
Además, Sergio se hundió en unos primeros nueve hoyos fatales que despachó en 40 golpes, losa que no pudo levantar, y Olazábal, que jugó de cine hasta el tercer golpe del hoyo 15, donde bajo par en el día, se veía con opciones de pasar el corte, la mandó al agua y se acabaron las ilusiones. "Se me fue demasiado a la izquierda de donde yo pensaba y acabó en un doble bogey", contó convencido de que volverá.
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