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A cañonazos con Francia: del golazo de Paulino Alcántara al de Lamine Yamal

En el 0-4 de 1922, en Burdeos, el 'filipino' hizo un tanto que hizo correr río de tinta durante años

Paulino Alcántara, el penúltimo de izquierda a derecha, en el primer partido que la selección española jugó en Madrid.
Paulino Alcántara, el penúltimo de izquierda a derecha, en el primer partido que la selección española jugó en Madrid.ARCHIVO MARCA
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La selección española se vuelve a medir a Francia. Es una vieja rivalidad, fronteriza, que cuenta en su historial con 17 victorias española, 13 sas y siete empates. La última vez que se enfrentaron fue el pasado 9 de julio, en las semifinales de la Eurocopa, en Múnich. España ganó 2-1 y Lamine Yamal dejó un golazo que dio la vuelta al mundo. Un zurdazo que se fue directo a la escuadra derecha de Maignan. La primera vez que las dos selecciones vecinas se vieron las caras quedó marcada por otro gol de época de la selección española.

El 30 de abril de 1922, España jugó en Burdeos. "Perderemos por cuatro o cinco goles", se leía días antes en L'Auto, el periódico deportivo que arrasaba en Francia. No acertaron, porque con dos goles de Travieso y dos de Paulino Alcántara, el marcador fue un contundente 0-4. Uno de los goles del delantero del Barcelona se convirtió en una referencia en la historia de la selección española.

"Fuerza de hierro, velocidad del rayo"

Ricardo Zamora, quien además de ser el primer gran portero de la historia de España fue un notable columnista en la prensa madrileña bajo el seudónimo de Aromaz, relataba así el gol visto desde la otra portería: "Apenas sacaron los galos, perdieron la pelota, que Meana recuperó. Avanzó unos metros y, tras driblar a uno de ellos, pasó adelantado, un poco cruzado, hacia la izquierda, a Alcántara. Paulino corrió unos metros más y, aún desde bastante lejos de la meta, empalmó un disparo cruzado terrible, con una fuerza de hierro y la velocidad del rayo, que atravesó el marco sin que el portero se enterase. Es de esas veces en las que no hay exageración al afirmar que el portero no se enteró. La pelota, con una violencia extraordinaria, rompió la red y fue a dar, a doce o quince metros, a uno de los soldados que vigilaban el orden. ¡Y aún llevaba fuerza!".

De Filipinas a Barcelona

Paulino Alcántara nació en Filipinas, cuando el archipiélago asiático formaba parte de la corona española, el 7 de octubre de 1896, poco antes del inicio del movimiento revolucionario desencadenado por el fusilamiento injustificado de José Rizal, fundador en 1892 de la Liga Filipina, una organización que reclamaba mayor autonomía y reformas para Filipinas. El aumento de la violencia hizo que su padre, médico militar, llevara a su familia de Iloílo a Manila. Pero, al no calmarse la situación, decidió regresar a España, a Barcelona.

Paulino Alcántara, antes de un partido con el Barcelona./FC Barcelona
Paulino Alcántara, antes de un partido con el Barcelona./FC BarcelonaARCHIVO MARCA

Paulino creció en las aulas jesuitas de la calle Caspe, a pocos metros del Paseo de Gracia. Impregnado de la cultura catalana y con un excelente dominio del catalán, el joven que jugaba como extremo zurdo llamó la atención del Barcelona. Entró en el club con 13 años y comenzó a destacar en sus categorías inferiores de manera meteórica. Sin embargo, un médico le advirtió a su madre que el muchacho debía abandonar ese "juego salvaje y brutal" si quería curarse de un dolor persistente que no remitía. Estuvo un mes y medio postrado en la cama, pero el fútbol era demasiado importante en su vida como para rendirse. A pesar de los esfuerzos de sus padres por persuadirlo, Paulino volvió al Barcelona y a su primer equipo.

Un ataúd como cama

Paulino se convirtió en una estrella del Barcelona. Sin embargo, en 1916, tras la semifinal de la Copa del Rey contra el Madrid, que requirió cuatro partidos, tuvo que regresar a Filipinas, un viaje que había pospuesto todo lo posible. Se marchó con un enemigo jurado: José Ángel Berraondo Insausti.

Se despidió con un partidazo ante el Real Unión, y tuvo que hablar ante la afición para despedirse, mintiendo sobre la hora de partida de su barco para evitar que el puerto se colapsara con los hinchas que querían despedirlo. Acongojado, desde el barco vio a la multitud invadir el puerto para verlo antes de su marcha.

El 16 de mayo llegó a Manila, de milagro. Durante el trayecto, fue asaltado en Colombo; en Singapur, agobiado por el calor, se lanzó al agua a bañarse. Alguien le gritó que varios tiburones iban a su encuentro. Nadó desesperado hasta regresar a cubierta, donde fue recibido a carcajadas. Era una broma. y al llegar a Filipinas, el barco Fernando Poo chocó contra unas rocas ante la falta de luz en en puerto a causa de disturbios. Una parte del navío gravemente dañada. Esa noche, Paulino durmió sobre el ataúd de un pasajero fallecido en Barcelona. Por suerte, el barco pudo atracar.

Durante sus estudios de medicina.
Durante sus estudios de medicina.Biblioteca Nacional.

En su tierra natal se convirtió en médico, fue el delantero estrella del Bohemian y jugó con la selección de Filipinas. Con esta, el 10 de mayo de 1917, en los Terceros Juegos del Lejano Oriente, ganó por 15-2 a Japón en Tokio. De ese partido, se documentaron cinco goles filipinos, dos de ellos de Alcántara. Él afirmaba que marcó seis goles en total. Además, comentaba que la final que perdieron ante China estuvo llena de incidentes extraños.

'Huelga de hambre' y paludismo

Estudiaba y marcaba goles en Filipinas, pero le faltaban dos cosas: Barcelona y el Barcelona. En la Ciudad Condal, tampoco se olvidaba de sus goles y talento. A su casa en Manila no paraban de llegar cartas con el membrete del club para que regresara. Sin embargo, la oposición de su familia era absoluta. Esto provocó un choque entre sus padres y Paulino. Se negó a comer si no cedían; contrajo paludismo y su postura se endureció: "O me dejáis regresar a Barcelona o no tomaré los medicamentos". Ganó.

El 20 de febrero de 1918, tras dos sorteos en el Consulado en los que resultó exento del servicio militar, zarpó rumbo a España. El 9 de mayo volvió a jugar con el Barcelona: un 2-1 contra el Atlético Sabadell, con Bru en la portería azulgrana y Sagi Barba a su lado en la delantera. Ese día no marcó, pero Paulino Alcántara volvió a ser un volcán goleador. Temido por sus rivales, hasta el punto de que un día, antes de un partido, un señor se le acercó para ofrecerle 10.000 pesetas (un dineral en 1919) si no marcaba. Su respuesta fue un no rotundo, y esa tarde marcó todos los goles del Barcelona.

Su perfil era perfecto para formar parte de la selección española en los Juegos de Amberes, en el debut de la Roja. Un torrente goleador para unirse a Pichichi, Arabolaza y compañía. Sin embargo, Paulino y sus goles se quedaron en casa, ya que los exámenes para convertirse en médico le impidieron sumarse a la aventura. Al año siguiente, frente a la campeona olímpica, Bélgica, y en el primer partido de la selección en suelo español, en San Mamés, debutó: 2-0, con dos goles suyos y otro anulado por fuera de juego.

Alcántara, en el centro de la imagen, durante su etapa como seleccionador.
Alcántara, en el centro de la imagen, durante su etapa como seleccionador.ARCHIVO MARCA

En un mundo en el que el dinero comenzaba a ser un referente en el fútbol, Paulino Alcántara se fue alejando de su deporte poco a poco, más cuando tuvo ya el título de médico en su poder. Con España jugó sólo cinco partidos, marcó seis goles. La última vez que se puso la camiseta del Barcelona fue el 3 de julio de 1927, en un amistoso ante un combinado nacional (1-2); el último gol de su carrera había llegado el 14 de abril: un doblete ante el Betis en un 4-1 en Copa. La noticia de la muerte de su padre a miles de kilómetros remató sus ganas de querer seguir jugando al balón.

La guerra y la Falange

Especializado en urología, como a muchos españoles, el golpe militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió de vacaciones. Cruzó a Francia para regresar a España por la zona nacional, en Navarra. Se incorporó como médico a la Falange y alcanzó el rango de teniente médico. Participó en la entrada de las tropas rebeldes en Barcelona en febrero de 1939, cuando la guerra ya había dejado a la República derrotada

Seleccionador

Barcelonista acérrimo y habitual en la grada de Les Corts, el nombre de Paulino Alcántara reapareció en las páginas de la prensa deportiva al regreso del Mundial de Brasil de 1950, en el que España fue cuarta. Benito Díaz renunció al cargo que compartía con Guillermo Eizaguirre. La Federación recurrió a dos nombres históricos (Alcántara y Félix Quesada) y a Luis Iceta (con menos nombre, ex del Athletic, cinco veces campeón de Copa y tío-abuelo del político y exministro de Cultura). Solo duraron tres partidos antes de entregar la selección a Pedro Escartín.

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Paulino Alcántara Riestra falleció en Barcelona el 13 de febrero de 1964. En su ciudad, no natal pero de su corazón, fue enterrado en un desfile en el que, entre otros, Zamora y Samitier portaron su ataúd. Su adiós fue todo un acontecimiento social, como el día que marchó a Filipinas. Era la despedida del goleador del Burdeos. Del terror de defensas y porteros. Del jugador de frases como "Alcántara ha matado al portero", "Alcántara ha roto la portería". Y de análisis del fútbol español de sus tiempos que valen para el de hoy: "El fútbol español está enfermo, y su enfermedad se llama improvisación" o "El problema del equipo nacional es muy difícil de resolver. Por lo general, cuando se nombra a un seleccionador, todo el mundo se pone en su contra". Desde 2018, la Copa de Filipinas lleva su nombre.

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