El batacazo de la Supercopa ha surtido los efectos lógicos. Se esperaba a un Real Madrid distinto al del 0-4 del Bernabéu. Y lo fue. Más frágil, más roto, más insolidario. Carlo Ancelotti quedó señalado, obviamente, por varias razones suficientemente analizadas en las horas posteriores a la Supercopa española festejada en Arabia, que esa es otra. Al italiano le ha atropellado el plan de Flick y no ha encontrado la respuesta. Tiene culpa. No toda.
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