Donald Trump ha cumplido su amenaza y ha lanzado un torpedo contra la línea de flotación de la industria euroepa del automóvil. El presidente norteamericano anunció anoche, en un diálogo con periodistas en el despacho oval, la aplicación de un 25% de aranceeles a todos los coches que no se fabriquen en Estados Unidos (con algunas excepciones para México y Canadá).
Se trata del 51% por ciento de los vehículos que se venden en el gigantesco mercado americano, que desde ahora recibirán ese sobreprecio que los dejará inmediatamente fuera de competencia. El objetivo de Trump es atraer, por la fuerza inversión extranjera para la industria automotriz norteamericana.
El presidente republicano pretende, además, generar ingresos para poder aplicar una de las medidas que le elevaron a la Casa Blanca: la rebaja de impuestos.
Europa (y España), perjudicados
La medida afectará a "los vehículos de pasajeros importandos (sedan, SUV, crossover, furgonetas y monovolumenes) así como a los camiones ligeros. También se aplicarán sobre algunos componentes de esos vehículos, en concreto a los "motores, transmisiones, partes de los trenes motrices y componentes eléctricos"... aunque se podría aumentar la lista "si fuese necesario", especifica la Casa Blanca.
Ni que decir tiene que esta medida -de la que habrá que ver el efecto que genera en EE.UU.- afecta directa y muy negativamente a la industria europea del automóvil. De hecho, la asociación de fabricantes europeos, ACEA, ya ha reaccionado al órdago de Trump.
"La imposición de aranceles dañará la industria mundial de automoción... pero también a la americana", justifican. "Los fabricantes de automóviles europeos llevan décadas invirtiendo en Estados Unidos, creando puestos de trabajo, fomentando el crecimiento económico y generando enormes ingresos fiscales para el gobierno estadounidense", recuerda su directora general, Sigrid de Vries.
Igualmente, los fabricantes solicitan al presidente Trump que valore "el impacto negativo de los aranceles no solo en los fabricantes mundiales de automóviles, sino también en la fabricación nacional estadounidense". ACEA anticipa que ese impuesto adicional a los coches perjudicará a los consumidores americanos ya que no sólo encarecerán los vehículos en su conjunto, sino que también afectan a sus componentes, y eso se trasladará al precio de los coches producidos... en la propia Estados Unidos".
Y eso afectará no sólo a los consumidores locales, sino también a la competitividad de los propios coches fabricados en América y también a los que se exportan desde EE.UU. "Los fabricantes europeos exportan entre el 50% y el 60% de los vehículos que fabrican en EE.UU., lo que supone una importante contribución positiva a la balanza comercial estadounidense", recuerdan.
España no exporta coches a EE.UU.
Aunque se podría pensar que el hecho de que la industria automotriz europea se vea tocada por esta medida significaría también que España sería uno de los países más perjudicados (es el segundo fabricante continental de vehículos), la realidad es que no es tanto así.
Porque España no exportó ningún vehículo a Estados Unidos en 2024... aunque otra historia es el caso de los componentes.