Una muela. La de Griezmann. La que lo dejó fuera de la Copa. La que lo permitió, mira por dónde, llegar fresco al domingo. Dos piernas. Las de Antoine, también. Que ya que iba a jugar 90 minutos, más los que añadiera el indescriptible Alberola, decidió utilizarlas, una por aquí, otra por allí, para primero encarrilar y después certificar la increíble remontada de un Atlético que siempre parece dispuesto a decir la última palabra. Esta vez 1-3 a la hora de juego, 4-3 cuando se puso fin a la cosa. Lino firmó el empate entre los goles del galo, todo hay que escribirlo, para que el Metropolitano se convirtiera en una jaula de grillos sin necesidad alguna de los ultras. Tampoco esta vez...
A los diez minutos el Atlético coleccionaba una visita de Griezmann al larguero, otra oportunidad del 7 a mayor gloria de Álvaro y, sobre todo, la muesca que apuntar a De Paul para adquirir ventaja, dirigido su derechazo a la jaula después de que el Sevilla extraviara la pelota en la salida. Parecía hasta fácil.
Pero el Sevilla del Metropolitano fue un señor equipo mientras aguantó el tirón. Ayudó por supuesto que Lukebakio, quién si no, sacara el látigo desde la frontal a la salida de un córner para devolver las tablas de inmediato, el caso es que la muchachada de Pimienta, consciente de sus carencias y todo, durante un buen rato tuvo más claro a qué se estaba jugando. Y desde el empate no hubo noticias del rival por lo ofensivo... hasta que una recuperación nervionense derivó en contra vertiginosa con Salas al servicio e Isaac al resto: segunda aparición nervionense, segunda vez que Oblak recogía la pelota desde el fondo.
El Atlético había decidido por lo visto que sin pelota podía haraganear, de hecho aún ofrecería una tercera contra a la que Lenglet echó el lazo, pero es que con ella tampoco dio mucho más de sí hasta el descanso. Una vez que apareció fue para embocar, Giuliano en una de esas pelotas que sólo pelea él, De Paul en la asistencia, Julián en la resolución, pero hete aquí que el primero de los citados había partido en posición digna de que la tecnología diera el aviso: aquí no ha pasado nada. Tampoco en una caída de Gallagher ante el de las manoplas....
Así que el punto y seguido registraba victoria visitante y se fijaba en la posición de Juanlu como verso libre ante un 4-4-2, el local, tan ortodoxo como inocuo. A más de uno y más de dos que se habían puesto la rojiblanca no se les había notado, vaya usted a saber si porque arrastraban el sofoco copero del jueves, si porque atendían a la cuestión continental del miércoles... o porque sí.
Para cuando Simeone y Pimienta quisieron mover piezas después, uno más que otro, el litigio seguía tal cual. Porque había acertado Juanlu, porque había acertado Grizi. El primero, cerrando una acción colectiva maravillosa; el segundo, agradeciendo un servicio vertical de Barrios. Entonces sí, entonces El Cholo envidó con Koke y Sorloth (sin puntería) y entonces su colega incluyó por fin a Saúl. Que pasó de puntillas por el que fuera su estadio y ante la que fuera su afición, dedicado a última hora, paradojas del fútbol, a defender por la izquierda. A lo que tanta rabia le daba.
Luego Lino y Correa, para que el brasileño sacara en un zarpazo desde lejos lo que se le venía negando últimamente. Firmado el empate, el Sevilla debió entender que aquello era un mal menor. Y tanto. Sin que Pimienta llegara a completar su carrusel, Simeone se salió con la suya. En la prolongación, otra vez en la prolongación, Kike Salas afeó su buen partido venciéndose en el área para que la agarrara Griezmann. La pegó él como podían haberla pegado casi todos los de la grada. Reventándola para un triunfo épico, ya se perdonará el adjetivo. Este Atlético siempre llega. Así que conviene esperarlo.
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