Los cambios. Más allá de las manos, una en cada área, los cambios. Porque tan decisivos se antojan en cuanto a la cara los de Simeone, esa actitud de Giuliano, ese servicio filtrado por De Paul, ese derechazo poderoso de Sorloth, como en cuanto a la cruz los de Luis García, esa espalda ganada a Diarra, ese vacío que deja Guridi, esa pérdida de peso general en el Alavés... El Atlético, por lo demás, lo hizo otra vez, rescatando a última hora, que no a ultimísima, puntos que parecían volar. Este equipo vive en el alambre... pero sobrevive. Para desgracia del rival de turno, se las apaña para flotar cada partido en el que parece hundirse.
Mira que es difícil, pero Javi Galán consiguió que no se discutiera un penalti pitado por mano. Todas las circulares, todas las directrices, todas las posibilidades... el carrilero se lo llevó todo por delante cuando decidió despejar con una de sus extremidades superiores, por supuesto alejada del cuerpo, que no hubiera duda alguna, la pelota que Carlos Vicente pretendía incluir en el área local. El del silbato señaló el punto agradeciendo tanta transparencia y Guridi la puso en la red. El Alavés apenas había dado las buenas tardes antes de encontrarse con el penalti. Tras convertirlo, se dedicó a defender con orden.
Luis García había trufado su alineación con tipos de pasado rojiblanco, Mouriño en el eje, Manu Sánchez y Carlos Martín por la izquierda. Simeone, por su parte, envidó con los que se habían quedado en casa durante el parón. El portero y el primero que volvió eran la escasa aportación de la sección internacional del Atlético para configurar un equipo que, por mucho que haya entrenado estas semanas, si es que lo ha hecho, en el primer acto fue el de tantos otros primeros actos: absolutamente desnortado sin la pelota y absolutamente previsible con ella.
En el primer apartado, nadie parece tener claro el desempeño colectivo, de manera que todo es desorden y no se presiona o se presiona de forma deslavazada; en el segundo, la pelota viaja sin intención alguna de hacer daño, más bien de quitársela de encima. Por lo individual, así las cosas, había poco que rescatar en clave rojiblanca: Azpilicueta no percute, Galán y Lino no mezclan, Koke necesita demasiado tiempo para manejar, Griezmann juega sin pulso y Correa es tan óptimo revulsivo como pésimo titular.
La única ocasión digna de tal nombre fue un encuentro de Lino con el travesaño después de una jugada en la que se había combinado bien como excepción para la regla, pero que se había enmarañado en el área hasta llegar a los dominios del brasileño. El resto consistió en disparos inocentes con los que Sivera fue haciéndose una colección. Tan cierto resulta que el Alavés no volvió a llegar hasta el descanso como que tampoco es que sufriera demasiado. La mano de Galán en forma de tiro al pie resultaba suficiente desde la perspectiva vitoriana.
El Cholo hizo cambios al descanso: lo de tantas otras veces. Buscó fe con Giuliano y remate con Sorloth. Pero allí sucedía poca. Así que fue tirando sucesivamente de Julián, De Paul y Riquelme para completar su carrusel sin que Luis García hubiera movido aún una sola pieza. El Atlético dominaba, faltaría más, pero mediado el segundo acto apenas había tenido una de Lenglet y otra de Giuliano.
Y en ésas Sorloth y Abqar pelearon por alto una pelota... y García Verdura se dirigió otra vez al punto. Dos evidentes hubieran sido demasiado en una tarde, porque la jugada deja dudas en cuanto a la participación del punta en el desequilibrio del central. A Griezmann tanto le dio para dar por inaugurado con las tablas el envión definitivo, ése que De Paul se tomó con delicadeza poniéndola y Sorloth a la tremenda reventándola.
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