Nadie duda de su implicación, trabajo, de su buen carácter, ni de su exitoso currículum pero es evidente que a punto de llegar al ecuador de la competición liguera, el balance de Rafa Benítez al frente del Celta es deficiente. El técnico no consigue dar con la tecla, aunque su puesto siga sin correr peligro de momento.
Obviamente la apuesta fortísima que se hizo en verano por él en el aspecto económico, con de largo el contrato más elevado que ha cobrado un entrenaron en el club vigués y la duración del mismo atan al Celta a tomar una decisión drástica, salvo situación de extrema complejidad.
Benítez deja dudas en varios aspectos. El equipo no tiene equilibrio, aspecto que siempre él ha destacado como esencial. Encaja mucho y marca poco, por lo que tiene problemas en las dos áreas. Salvo algunos partidos, no muchos, su propuesta futbolística es muy poco atractiva. Sus jugadores con mejor pie están sentados en el banquillo y en el campo los más correosos pero, en algún caso, con limitaciones técnicas.
Los números ofrecen un balance muy deficiente. En puestos de descenso, a dos puntos de la salvación y con apenas dos triunfos en dieciocho partidos, curiosamente ante los rivales cierran la tabla.
Crítico con los árbitros
Tenía razón Benítez cuando, en varios partidos, fue crítico con el colectivo arbitral que en su momento perjudicaron a su equipo. Es evidente pero también sirvió de disculpa para tapar otras carencias.
En defensa de Rafa Benítez cabe decir que no se ha encontrado a sus órdenes con la plantilla prometida en este año del Centenario. La dejadez de funciones evidente del asesor deportivo, Luis Campos, no le ha ayudado. El portugués tiene fecha de caducidad el 30 de junio, sin embargo será el que maneje este mercado invernal. Su último prestando servicios al Celta. En sus manos vuelve a estar el técnico.