Una nueva y controvertida disciplina de o extremo, conocida como RUNIT o “run it straight”, ha comenzado a ganar notoriedad en redes sociales y entre los jóvenes. Su dinámica es sencilla y brutal: dos participantes se enfrentan en una pista de apenas 20 metros de largo por 4 de ancho, sin protección ni reglas técnicas, con el único objetivo de colisionar y resistir el golpe. Inspirado en deportes como el rugby y el fútbol americano, pero desprovisto de cualquier tipo de equipamiento de seguridad, este juego ha generado una gran preocupación entre expertos en salud y deporte.
La alarma saltó tras la reciente muerte de Ryan Satterthwaite, un joven de 19 años que participaba en un encuentro informal en Nueva Zelanda. El impacto le provocó una lesión cerebral fatal, confirmada por la policía local, lo que ha intensificado el debate en torno a esta práctica. Mientras los organizadores del llamado RUNIT Championship League defienden que el deporte debe realizarse solo bajo supervisión médica y en condiciones controladas, el auge de versiones callejeras e improvisadas ha desatado el rechazo de médicos y activistas.
Desde organizaciones como Headway, dedicada al apoyo de personas con daño cerebral, se califica el RUNIT como un “espectáculo peligroso” que pone en riesgo la integridad física de sus participantes, muchas veces jóvenes expuestos por incentivos económicos. La doctora Helen Murray, experta en neurociencia, advierte del riesgo de sufrir encefalopatía traumática crónica (CTE), un daño cerebral irreversible causado por colisiones repetidas.
A pesar de las críticas, el fenómeno sigue creciendo. En países como Australia y Nueva Zelanda ya se celebran torneos organizados, y se planean nuevas ediciones en Estados Unidos, Reino Unido o Arabia Saudí. La expansión de RUNIT, promovida desde plataformas como TikTok, avanza más rápido que la implantación de protocolos de seguridad, mientras el debate sobre su legalidad y peligrosidad continúa abierto.
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