La celeridad de la competición en los Juegos Olímpicos, partidos sin apenas descanso, son un ejercicio para la cabeza de los deportistas, un máster en equilibrio mental y moral, condición que si no se trabaja arruina cualquier empresa por talentosa que sea.
El balonmano español, una generación de ganadores acostumbrada a estar en todos los desenlaces, que ha ganado seis de las siete medallas posibles entre el tercer y cuarto puesto de Tokio 2020 y la cita de este domingo -sólo fallaron en el Europeo del último enero en Alemania-, volvió a hacerlo. Se curó las dolorosas magulladuras de otro portazo en la final, seguramente la que más cerca tuvo, y subió al podio.
Fue una pelea contrarreloj. Trabajada desde el grupo y también, en otro capítulo, con el cuerpo técnico. "No me cuentes lo que hicieron porque no quiero saberlo", bromeaba Jordi Ribera, que iguala a Juan de Dios Román como técnico más laureado del balonmano español. Todo comenzó con una terapia de grupo, paso que dieron los veteranos como Jorge Maqueda -casi 220 partidos como internacional-, Gonzalo Pérez de Vargas, camino del los 200; Rodrigo Corrales, que juntaron a todos para unir más al grupo. "Y nos dijimos que había que olvidar Alemania y sacar esto adelante. Que se podía. Si algo distingue a este grupo, es la unidad. Vamos a comer juntos si Jordi nos deja el día libre, vamos a todas partes juntos".
A esto se sumó, cambiar el entrenamiento del sábado. TIene fama Ribera de ser un obsesivo de su deporte. "No sé si desconectaré mucho ahora, que están jugando los juveniles un campeonato", contaba. El entrenamiento del sábado se saltó la rutina de la pista del balonmano. "La decepción siempre tiene un duelo, pero si algo tiene el equipo es la regeneración. Nos fuimos al campo de fútbol a hacer unos juegos, a relajarnos. No era el momento de trabajar el partido. Podíamos hacerlo tácticamente en el vídeo. Habíamos jugado contra ellos el preolímpico y nos conocemos", dijo el técnico. "Nos fue muy bien. Nos reímos otra vez porque si hay algo que hace muy bien este grupo es cantar y reírse". "Y sobre todo lo sorprendete fue que los más nuevos fueron los primeros que levantaron la moral", recordó Gonzalo Pérez de Vargas.
"Es algo que no es fácil repetir una y otra vez en cualquier campeonato unas semifinales. No sé cómo estará la estadística ya, pero de los últimos 15 años creo que son 11 semis lo que ha hecho este equipo. No hay que decir nada más, los datos están ahí", subrayó Agustín Casado, del Vezprem húngaro, uno de los 11 jugadores que no disputan la Liga Asobal en esta selección porque España no paga los sueldos de fuera, una realidad que aún agranda más lo cosechado por el combinado.
"Somos expertos en este tipo de partidos", añadía uno de los jóvenes, Daniel Duishebaev. "Sabemos que irte el último día con una victoria y más en unos Juegos Olímpicos es algo muy bonito", apuntaba el menor de la saga. "Sabemos cómo va esto: pierdes y pasas un día muy jodido, pero al día siguiente tienes otra oportunidad". "Luchamos hasta el final en este tipo de partidos. Es difícil recomponerse. El viernes fue muy duro, pero te despiertas al día siguiente con otra sensación porque estás luchando por una medalla de bronce. Yo cuando empecé en el balonmano jamás podía pensar que iba a conseguirla", añadía el pivote Abel Serdio. "Para mí es un lujo jugar con este equipo", recordó Casado.