Del mismo modo que el golf aplaudió en el pasado imperios memorables de grande estrellas como Jack Nicklaus o Tiger Woods, este deporte saluda ahora la hegemonía de Scottie Scheffler, el golfista que sumó su tercer grande con 28 años el domingo.
Fue un triunfo especial para el número 1 del mundo. En lo profesional supuso el primer Major lejos del Augusta National —también para Ted Scott, su caddie, que había sumado cuatro Masters, dos con Bubba Watson— y, además, en lo personal, una faceta que siempre ha antepuesto, significó el primer grande como padre, con la presencia de Bennett, su hijo de apenas un año. Por no resaltar que hace un año, en este torneo, había vivido una pesadilla cuando fue detenido por un sheriff acusado de alterar las normas de tráfico.
Su victoria tiene muchos aspectos sobresalientes. Se produjo como reacción a un momento crítico, cuando se vio acosado por Jon Rahm, que llegó a igualarle a falta de nueve hoyos. La consiguió, además, después de que los comisarios de la USGA retirasen el driver titular, como a McIlroy, al considerarse que vulneraba las reglas. “Creo que este ha sido el torneo más duro que he disputado jamás”, reconoció al terminar.
Los números y las sensaciones hablan definitivamente de la hegemonía de una nueva era. Scheffler ejerce el liderazgo en tiempos de escisión en el golf mundial con el dominio de los grandes. Alcanza registros que sólo se le vieron a Tiger y Nicklaus antes de cumplir los 29 años, ha ganado dos torneos consecutivos este año, el Byron Nelson y el PGA, por ocho y cinco golpe de diferencia y lo que se palpa en los comentarios de los golfistas es un sentimiento de iración en muchos de ellos. “Parece como si tuviera una máquina del tiempo y pudiera viajar en él para saber cómo va a soplar el viento. Entonces golpea justo al punto correcto”, significó Brian Harman. “Parece que se dedica a jugar con nosotros”, expresó Jason Day.
Si como dice Rahm,“lo principal que hacemos los deportistas profesionales es controlar lo que pasa por nuestra mente”, Scheffler es el número 1 de largo. Quizás sea la levedad que proporciona la religión. O quizás el ser un tipo imperturbable que escucharía la erupción del Krakatoa a su lado mientras ejecuta un swing y golpearía a su antojo a la bola. En eso no ha existido un jugador desde Tiger con esa capacidad de abstracción. “Siempre intento apoyarme lo más posible en mi mente. Creo que esa es probablemente mi mayor fortaleza”, reconoce. “Y siempre recordaré haber dado un paso al frente cuando más lo necesitaba” .
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