GOLF
Masters Augusta

Jon Rahm viene y va en Augusta

El de Barrika tiene un fulgurante arranque, pero se desvanece en los últimos hoyos

Jon Rahm saca de bunker en el hoyo 17
Jon Rahm saca de bunker en el hoyo 17
Actualizado

En el día del movimiento en el Masters de Augusta, una versión de Jon Rahm más reconocible, terminó muy rebajada. Tiró 70 golpes que no le dan para pelear por la chaqueta verde, en unos tiempos de tanta excelencia que ningún golfista mayor de 50 años ni ningún amateur están jugando el fin de semana. Pero, al menos, esbozó que está cerca de ser el golfista que estaba arriba una y otra vez en cada grande, etapa que añora ahora.

Rahm con Augusta fue un flechazo inmediato. Aunque tardó en cuajar siete años. Sabe que es lo mejor. Otros escenarios en los que tuvo éxito -léase Torrey Pines- alteraron sus preferencias un tiempo. Pero pasadas las curvas, el Augusta National es único, envolvente para el olfato, fascinante para los ojos, donde lo pequeño seduce. Puestos a escoger, por dificultad, todos eligen el hoyo más corto del campo, el par 3 del 12, el corazón del Amen Corner. El lugar donde cualquier resultado es posible. El hoyo en uno de Curtis Strange en 1988; el 10 de Tiger Woods en 2020. Un par 3 siempre en penumbra. Donde se enciende leña con el hielo, que diría aquél. Zach Johnson, el golfista que compartía partido con Jon, empezó ahí su escalada final hacia las primeras posiciones. Entre el 9 y el 16 hizo seis birdies. Acabó con 66 golpes, el tanteo que quería el español. 

El de Barrika arrancó con la determinación de los campeones. A todo trapo. Fue certero en todos los golpes de salida, sacrificando los drivers por la madera 5 donde había dudas. Estuvo notable con los hierros, le faltó algo de puntería en los golpes de aproximación al green, pero sacó el putt de los grandes días. Enchufó tres birdies de tacada para empezar. Pam, pam, pam. Y despertó las ilusiones. "Un comienzo así ayuda, desde luego. Pero luego vino el fallo del 5. La mayoría o todos los del día han sido por culpa mía", contó con algo de alivio porque dice tener la solución. Ahí tripateó, pero lo solucionó con otro birdie en el hoyo 8. Con diez hoyos por delante, se podía esperar cualquier tanteo.

Jon Rahm lee un green en la tercera ronda
Jon Rahm lee un green en la tercera ronda

Todo lo bueno que hizo en los primeros nueve hoyos, "es que son mucho más fáciles", argumenta, se tornó en pésimas noticias en la segunda vuelta. Falló la calle del 10 (bogey), salvó con apuros el 11, se esfumaron, "y eso después de golpear desde la calle", las dos opciones en los pares 5 (13 y 15), vivió dos momentos buenos con dos birdies más, 14 y 16, éste con un putt de 10 metros, y acabó con dos bogeys consecutivos. Fue nadar para morir en la orilla. Y un serio calentón porque tiene la sensación de que los dos últimos días, Augusta le ha maltratado.

A la edición de 2025, le queda despachar el domingo como amanezca. "Voy a salir con la misma mentalidad de hoy", advierte. Pero Jon busca rédito más lejano. Quizás en las próximas semanas. El viernes pasó un rato por la cancha de prácticas porque tenía que ajustar el driver. "Había golpes que el movimiento era bueno, pero la bola no acababa donde quería". Y en la mañana del sábado, con una toalla sujetada por los bíceps pegados al tronco, trataba de encontrar el swing cadencioso de hombros que necesitan los approach. Es un golpe clave en Augusta, el campo que esta vez le hizo un desmán. Pero donde tiene un futuro ilimitado.

Por arriba, Rory McIlroy había empezado encendido. Jugaba en cinco bajo par después de cinco hoyos, con una secuencia de birdie-eagle-birdie-par-birdie. El Masters 2025 escribirá el domingo una bella historia. Garantizado.

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