No es un buen lugar la capital bávara para soflamas revanchistas y apología del enfrentamiento.
Sin ir más lejos, a pocos kilómetros del estadio de la final del sábado se produjo en una taberna muniquesa el ascenso del partido nazi y también el vergonzoso Pacto de Múnich, cuando las potencias europeas miraron hacia otro lado, apaciguaron la llegada del partido de Hitler al poder y le dejaron en bandeja la Segunda Guerra Mundial.
A falta de batalla
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