Más de 45.000 personas fueron este jueves al Benito Villamarín con la ilusión de que su equipo se reenganchara a la Conference tras la decepción del estreno en Varsovia. Sin embargo, se encontraron con un Betis que, o no quiere o, lo que tal vez sería más preocupante, no puede en Europa. Ni siquiera ponerse por delante en el marcador fue suficiente para que los de Pellegrini sumaran ante el Copenhague sus primeros tres puntos en la competición. Su fútbol conservador, contemplativo y sin ambición terminó siendo castigado por un rival que, con muy poquito, arañó un empate que enciende todas las alarmas en Heliópolis.
El equipo danés, acostumbrado en su país a llevar el peso de los partidos, sorprendió de inicio al Betis por su atrevimiento y su presión adelantada. Intentó un par de ataques por la izquierda, con poca precisión precisión, pero mostrando el buen pie de sus futbolistas. Sin embargo, a las primeras de cambio, se vio por debajo en el marcador. El Chimy Ávila, titular tras su gol en El Sadar, peleó un balón largo que parecía perdido, logró robarlo en la frontal y se la puso de cara a Abde. Y el marroquí, sin pensárselo, le pegó desde más de 25 metros a portería. La pelota pareció rozar en un rival y cogió un efecto endiablado, inalcanzable para el portero.
Con el 1-0 en el marcador, los verdiblancos le dieron mucha pausa al partido. Tal vez demasiada. Y aunque el Copenhague empezó a tener más posesión, estaba siempre lejos de las zonas de peligro. Su única opción, de hecho, llegó a balón parado, en un córner lanzado por Mattsson que Gabriel Pereira remató de cabeza por encima del larguero. Pero el Betis, un poco a medio gas, demostraba tener más pólvora, como en un disparo de Bakambu al lateral de la red tras un balón al espacio de Cardoso o en una finalización de primeras de Abde con la zurda, asistido por Fornals, que no encontró portería.
Un penalti absurdo complica el futuro continental
Así, sin pena ni gloria, concluyó una primera mitad en la que, más allá del golazo del marroquí, no pasó prácticamente nada. Y tras el paso por los vestuarios, más de lo mismo. Con el Betis adelantando ligeramente sus líneas, pero abusando del fútbol control sin apenas profundidad. Ni siquiera la entrada de Vitor Roque en el intermedio supliendo a Bakambu le dio verticalidad a los de Pellegrini. Sólo Maatsson reclamando un posible penalti de Diego Llorente, que le derriba involuntariamente con un brazo, le puso algo de nervio al partido, aunque el árbitro y el VAR no estimaron que fuera suficiente para señalar pena máxima.
El Chimy tuvo sus más y sus menos con Pereira y se libró de una tarjeta que en LaLiga jamás le perdonan. Neestrup, preocupado en el banquillo, intentó reactivar a su equipo con un triple cambio. Y Larsson, nada más entrar, probó sin acierto a Adrián en su primer partido en el Benito Villamarín desde hace más de una década. Pero al Copenhague le costaba un mundo ante un Betis contemplativo y conformista, que eso sí, en cuanto pisaba un poquito el acelerador, generaba ocasiones. La más clara, de Fornals, tras un gran centro de Ricardo Rodríguez desde la izquierda, desactivada con un paradón de Trott.
Un segundo tiempo sin historia hasta que, en una jugada aislada, Diks tiró una pared con Cornelius en la frontal y Bellerín, que acababa de entrar, cayó en la trampa derribando al lateral en el área. Penalti que el propio futbolista holandés se encargó de transformar para poner las tablas en el marcador y provocar que las prisas llegaran a los verdiblancos. Llorente lo intentó de cabeza en un córner y Vitor Roque en una acción fabricada por Juanmi, desaparecido en este arranque de temporada, pero recurso de urgencia junto a Diao tras el 1-1. Pero no había manera porque a este Betis se le sigue atragantando Europa.
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