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Aunque ayer se cumplieron exactamente cinco meses desde que el Atlético comenzara a cocinar el fichaje de su gran objetivo para reforzar la defensa de cara al próximo curso, aún deberá aguardar al menos otro mes para que el plan entre en su fase decisiva. Pese a que Cuti Romero ha empezado a tratar de allanar el camino aireando públicamente su deseo de cambiar de aires, y más concretamente en dirección a LaLiga, el presidente del Tottenham, Daniel Levy, no tiene pensado entrar en conversación alguna hasta que su equipo no concluya su concurso en la Europa League.
Dicho de otro modo, no será antes del 8 de mayo, tras las semifinales frente al Bodø/Glimt, en el mejor de los casos, o del 21, tras una final que le mediría al Athletic o el Manchester United, en el peor, cuando acceda a entablar una negociación con Miguel Ángel Gil, al frente de la operación a sabiendas de la complejidad que implica llegar a un acuerdo con el dirigente inglés y de la importancia que se le otorga al central argentino (indiscutible para Scaloni a sus 27 años) en la edificación del siguiente proyecto.
Precisamente el deseo de Cuti Romero de vestir de rojiblanco y sus medidas de presión que no ha dudado en ejercer son las grandes bazas de un Atlético que conoció sus intenciones desde que el 28 de noviembre su representante Ciro Palermo se presentara en el Cerro del Espino para trasladar su situación.
Con contrato en Londres hasta 2026, prorrogable un año más, el central estaba decidido a poner fin a su aventura de cuatro años en la Premier. Más aún después de que Molina, con el que mantiene una estrecha relación, así como el resto de compañeros en la Albiceleste (léase De Paul, Julián, Giuliano o Correa), le hablaran de las bondades del Atlético.
Ni que decir tiene que Simeone, al llegar a sus oídos la confesión del defensa de que constituía un sueño poder progresar en su carrera a las órdenes del Cholo, aprobaría la puesta en marcha de la maquinaria para contar con un campeón del mundo más.
Arrancaba así una operación llevada con máxima discreción (el agente volvería al Metropolitano en diciembre y Carlos Bucero llegaría a plantearse la posibilidad de adelantar la operación al mercado invernal, algo que rápidamente se manifestaría como inviable) hasta que a finales de marzo el propio Romero trasladaba al Tottenham su empeño de salir, instando a que se abrieran a escuchar una futura oferta.
Un diálogo complicado
Una petición aún por saldar, pues tras fijar su precio de salida en 70 kilos (los Spurs pagaron 52 a la Atalanta en el verano de 2021), Levy ya le ha dejado claro que no tiene ninguna urgencia por tratar el asunto. En este sentido, aunque las relaciones son buenas tras las operaciones que llevaron al Metropolitano a Trippier, Doherty y Reguilón, en el Atlético son conscientes de que el presidente del Tottenham es un hueso duro de roer. De ahí que el optimismo al que invita la predisposición de Romero torne en cautela por la dificultad que entraña la negociación. Así, aunque nunca llegará a esas cifras, asume que su gran objetivo no saldrá barato.
El mercado del central, el otro gran obstáculo
Aunque la prioridad del Cuti Romero pasa por jugar de rojiblanco la próxima temporada y los parámetros económicos en los que se mueve se ajustan a las posibilidades del club, el amplio mercado que tiene el campeón del mundo puede acabar constituyendo el otro gran obstáculo para el Atlético. En este sentido, sabedores de su deseo de dejar el Tottenham, la posible entrada en escena de los principales gigantes de Europa (sin ir más lejos ya estuvo en el radar del Real Madrid el verano anterior) dificultaría la carrera por su contratación.
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