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Egan Bernal se detiene a atender a los medios españoles con una sonrisa serena. No ha ganado una etapa ni viste la maglia rosa, pero su mirada desprende una satisfacción diferente, un brillo especial: la de alguien que ha vuelto a sentirse ciclista, competitivo, protagonista. Es uno de los grandes agitadores de la carrera. Y eso, tras todo lo vivido, sabe a victoria.
“Creo que es la primera vez en muchos años que logro estar en la clasificación general, en los primeros puestos más o menos”, reconoce con honestidad.
“Este Giro lo voy a recordar porque lo he disfrutado. He podido estar adelante y eso sí, creo que lo he disfrutado
“Para mí es algo nuevo después de todo lo que ha pasado”, añade, haciendo referencia, sin nombrarlos, a los duros meses de recuperación, a las dudas y a las cicatrices -físicas y emocionales- que dejó aquel accidente de entrenamiento en 2022 que pudo costarle la vida. Para quienes siguen el ciclismo con el corazón en un puño, verle rodar entre los mejores otra vez es una imagen que emociona. Él mismo lo percibe: “Este Giro lo voy a recordar porque lo he disfrutado. He podido estar adelante y eso sí, creo que lo he disfrutado”.
El colombiano encara ahora las dos etapas más decisivas de la carrera con una mezcla de ilusión y realismo. “La fe es lo último que se pierde”, lanza con convicción. “No tengo nada que perder. Si tengo algo de piernas, lo voy a intentar. Pero es verdad que, cuando la carretera es tan dura, tampoco hay mucha táctica. Al final cada quien va a su sitio”. La claridad con la que analiza la situación habla de un corredor que ha madurado a la fuerza. El mismo que en 2019 tocó el cielo ganando el Tour de Francia con apenas 22 años, ahora se aferra a una motivación más profunda: la de inspirar a otros con su ejemplo.
Me gustaría que me recordaran porque fui un ciclista que ganó, que fue el mejor en su momento, que entrenaba duro y se sacrificaba
“Me gustaría que me recordaran porque fui un ciclista que ganó, que fue el mejor en su momento, que entrenaba duro y se sacrificaba”, dice. “Pero creo que entrené aún más fuerte y me sacrifiqué aún más cuando me caí y estuve en lo más bajo”. Esa lección, asegura, es la que quiere transmitir a los jóvenes colombianos que sueñan con emularle. “En la vida no todo es color de rosa. A veces hay que sufrir, echarle muchas ganas y nunca rendirse. Y menos la primera vez que uno se cae. Hay que seguir echando para adelante”.
Ahora, más allá de lo que diga la clasificación, el de Ineos ha ganado algo más importante: ha recuperado la esencia del campeón. Ese que no solo brilla cuando alza los brazos, sino también cuando cae y se levanta como en este Giro.
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