La 'Escuela de talento' de la Liga Plenitude Asobal ha desbloqueado una nueva saga familiar con la explosión de Pablo Urdangarín en la élite del balonmano. Hijo de una leyenda azulgrana como Iñaki Urdangarín, el extremo de Fraikin BM. Granollers regresará, este viernes, a un escenario especial como el Palau centrado en trazar su camino y escribir su propia historia. Un jugador que abraza la normalidad y dirige los focos hacia la pista.
La etapa de formación en el Barça
“Los primeros años en el Barça fueron para proyectarme todo lo que pudiera. Anteriormente venía de unos clubes que no tenían tanto nivel. Al acabar el colegio empecé a tomarme en serio el balonmano. Me fui a Alemania un año, estuve con Iker Romero de entrenador y ahí supe qué es lo que quería hacer. Cuando fui al Barça sabía que iba a ser difícil, pero me puse como meta mejorar todo lo que pudiera”.
Un hábitat perfecto en Granollers
“En España hay pocos equipos como el Granollers. Juegas Europa y compites la Liga Asobal para puestos europeos. Aquí puedo dar la cara y crecer mucho como jugador porque trabajan mucho con la base y suben muchos jóvenes que también lo hacen muy bien. En cuanto me llegó la oferta de Granollers pensé que no podía haber mejor opción, la cogí sin pensarlo”, expresó el extremo zurdo del equipo vallesano, que también puede jugar como lateral derecho.
En España hay pocos equipos como Granollers. Juegas Europa y compites la Liga Asobal para puestos europeos. Aquí puedo dar la cara y crecer mucho como jugador
“Todos los jóvenes que suben saben cómo es Rama. Es muy familiar con todos y, al final, eso ayuda a estar más tranquilo y más involucrado en el vestuario. Nunca había jugado de lateral, toda mi vida había sido extremo. Fue llegar a Granollers y, con las lesiones de algunos compañeros y la fortuna de ser alto, me empecé a poner de lateral y Rama vio que podía ayudar al equipo. Creo que puede funcionar y quiero hacerlo. Sé que para el balonmano es importante un extremo polivalente. Rama y Nacho siempre me hacen la broma de que estoy delgado y, si quiero ser lateral, tengo que coger peso. Cada kilo que cojo, se lo digo al segundo entrenador. Creo que les convenceré dentro de poco”.
Una nueva generación de Urdangarín en el balonmano
“Siempre he jugado a balonmano porque, como mi padre era jugador, empecé a jugar desde muy pequeño. Mis hermanos también jugaban. El ambiente del balonmano es muy diferente al de otros deportes. Hay un sentido de familia, todo el mundo se lleva bien. En ningún momento he dicho que no iba a jugar al balonmano. Lo dejé unos tres años porque me fui a EE. UU. y no había balonmano y, en cuanto volví, volví a jugar porque no me veía sin balonmano. Pasó de ser un hobby con el que me lo pasaba bien con los amigos en el colegio a tomármelo más en serio”.
Yo no pude ver a mi padre jugar. He visto algún vídeo en YouTube o algún partido retro, pero sólo sé lo que me cuenta él. Mi padre me ayuda más en temas mentales que en temas de balonmano
“Yo no pude ver a mi padre jugar. He visto algún vídeo en YouTube o algún partido retro, pero sólo sé lo que me cuenta él. Cuando empecé a crecer y seguí el balonmano por la televisión, vi a jugadores a los que idolatraba. Mi padre era mucho más agresivo que yo, más lateral, más alto y contundente, y era casi un especialista defensivo. Era lateral nato. Yo soy la versión mini, más ágil y también un poco más frágil. Mi padre me ayuda más en temas mentales que en temas de balonmano. Él lo ha vivido y sabe lo que es jugar Champions, la Selección y la Liga. Siempre le llamo antes de los partidos. Siempre repetimos las mismas cosas. Me ayuda mucho. Considero a mi padre casi como un psicólogo, cuando hablo con él me relaja y me acuerdo de todo lo que debo pensar antes de salir a la pista. Es un gusto. Muy poca gente tiene la suerte de tener a alguien que lo ha vivido y lo ha ganado todo. Lo tengo al lado para cualquier cosa y lo intento aprovechar”.
“Yo nunca he notado esa comparación. La gente sí lo decía mucho. A mí me gusta que hablen de mi padre y de lo bueno que era. Mi padre lo ha ganado todo y para mí es un honor, pero yo siempre he seguido mi camino. Siempre he visto el balonmano como un deporte para disfrutarlo y, que me comparen con mi padre, significa que algo estoy haciendo bien porque es un jugador que ha sido muy bueno”.
Yo nunca he notado esa comparación. A mí me gusta que hablen de mi padre y de lo bueno que era. Mi padre lo ha ganado todo y para mí es un honor, pero yo siempre he seguido mi camino
“Me acuerdo cuando debuté con el Barça, salí a la pista, choqué las manos con los compañeros y vi la camiseta de mi padre colgada en el Palau. Debuté con Ian Barrufet, que también tiene la camiseta de su padre ahí arriba. Nos hizo mucha gracia porque nuestros padres son muy amigos. Es muy chulo. Siempre me ha gustado el 7 por mi padre. En el Barça B, un compañero era muy supersticioso y me pidió si podía usar el 7. Entonces pensé en llevar el 77, hace honor a mi padre y, como me gusta tanto el 7, es como un segundo 7. Ahora me gusta más el 77 que el 7”, bromea Pablo Urdangarín.
Las supersticiones
“Antes tenía una rutina que la seguía como si fuese misa. Dudaba mucho. Pensaba que, si no hacía una cosa, me iba a salir mal el partido. He aprendido que las supersticiones son un mito y te comen la cabeza. Acabé soltándome, en algunos partidos hacía rutinas completamente diferentes a ver qué pasaba. Algunas cosas las sigo manteniendo, como el mismo calentamiento o hablar con mis familiares antes de los partidos”.
La relación con los medios
“En España he tenido presión mediática, pero, en el pabellón, todo eso queda fuera. En el vestuario me tratan como uno más, me hacen bromas y me pican. No me gusta que me vean como una persona diferente a lo que soy. Todo el mundo sabe que soy un tipo normal y espero caer bien. Pueden decirme cualquier cosa y me lo voy a tomar bien y se lo devolveré”.
En España he tenido presión mediática, pero, en el pabellón, todo eso queda fuera. En el vestuario me tratan como uno más, me hacen bromas y me pican
“Si quiero quedar con amigos y está la prensa, tengo que quedar con ellos igualmente. O si salgo de fiesta y me están grabando… qué voy a hacer. Igual que cuando vengo al pabellón. La prensa viene a los partidos y yo me doy cuenta, pero me he acostumbrado, lo bloqueo y me olvido de ello. La prensa de fuera es muy diferente a la del balonmano que es mucho más sana. No tengo tanta prensa en el día a día como para tener que pensar tanto en eso. Te pilla en momentos desprevenidos, vuelves cansado del entreno, aparcas y tienes la cámara en la cara y no te lo esperas”, finaliza Pablo Urgandarín, ya con un nombre propio en el balonmano español.
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